Entre les Novetats de Gener he enllaçat diversos blogs del migjorn del país escrits en valencià, que sempre costen de trobar, com ara Jo flipe d'Alex Carcelén (entre Elx i Alacant), Reflexions des de l'oix de German (crec que resident a Alacant) i El racó d'un del Raval de Miquel (d'Elx). I aprofite l'apunt per a copiar una de les lectures recomanades pel primer, Alex Carcelén: un article de Juan R. Gil titulat "Alicante, capital Elche". Jo no tinc vergonya i, malgrat les ganes que en tinc, encara no he xafat Elx, però supose que ell, que ha viscut a les dues ciutats sap de què en parla:
El vicepresidente de la Cámara de Comercio de Alicante publica hoy en INFORMACION un llamativo artículo sobre el que les propongo un juego: léanlo de arriba abajo, pero interprétenlo de abajo arriba. En el texto, José Enrique Garrigós expresa su admiración por el progreso que en los últimos años ha experimentado la ciudad de Valencia. No creo, sin embargo, que sea necesario salir de los límites de esta provincia para encontrar una ciudad cuya evolución, vista desde la de Alicante, sea digna de sana envidia: basta con fijarse en Elche.
Elche podría haber acabado siendo una ciudad despersonalizada, disminuida, quebrada, muerta. A principios de los años 80 del pasado siglo todavía era frecuente el chiste borde que la definía como «polígono industrial de Alicante» y era cierto que la mayoría de su población, buena parte de ella emigrada desde la Vega Baja, dependía directa o indirectamente de la industria del calzado. Una industria que entonces era un iceberg (la parte sumergida era mucho más grande que la que se dejaba ver en superficie) y que, pasados unos años (pocos) dorados, empezó a verse sacudida por todas las crisis posibles: primero las que se derivaban de los vaivenes monetarios y los caprichos arancelarios cuando aún no existían ni el euro ni los acuerdos entre EE.UU. y Europa contra las restricciones al comercio; y, luego, la irreversible recesión desencadenada por la globalización y la entrada en escena de nuevos países productores que ofrecían un zapato o más barato o mejor. ¡La de páginas que habrá publicado este periódico sobre la competencia del «calzado amarillo» o del diseño y la calidad italianos! En los tiempos buenos, había mucho dinero negro y poca cotización; en los malos, grandes fábricas cerradas, «tallercicos» sin trabajo y gente al paro. Una ecuación endiablada por cuya correcta resolución nadie de fuera apostaba un chavo.
Su trama urbana, por otra parte, se prestaba tan bien o mejor incluso que otras al desarrollismo sin medida y a la especulación. De hecho, existía una fuerte tradición de ocupación del suelo al margen de cualquier norma en el extrarradio, por lo que tampoco hubiera sido un fenómeno extraño que, como en muchas localidades, el descontrol se trasladara al casco urbano.
A poco más de veinte kilómetros de la supuesta capital de la provincia, Elche ha tenido ante sí, pues, al menos en las dos o tres últimas décadas, todas las trampas imaginables, todas las posibilidades para escoger la peor de las vías. Y, sin embargo, ahí está: tan lozana y dinámica como Alicante ajada y amodorrada. Cuando uno visita el centro de Elche sabe que está en una ciudad, en el más amplio sentido del término: encuentra puntos inmutables de referencia, observa un comercio y una hostelería pujantes y aprecia que existe un plan rector, que la ciudad sabe adónde va.
Pisar, por el contrario, el centro de Alicante, ni siquiera produce ya depresión: simplemente duele. Lo que no está sucio está roto; lo que no se destruye se deja arruinar para sustituirlo por una obra peor. Nadie que pase de los cuarenta puede reconocer lugares que formaban parte de su paisaje hace tan sólo diez, veinte años. Los comercios cerrados son más que los que perviven el tiempo suficiente para encontrarlos y también son infinitamente más los bares - basura (o los pubs clonados unos de otros donde todos somos... ¡irlandeses!) que las cafeterías de empaque que un ciudadano pueda incorporar a los ritos cotidianos de su vida. Un centro donde los pocos edificios señeros que quedan pueden pasar lustros abandonados o literalmente cayéndose. Una ciudad donde todos los días se comprueba que no hay plan, ni meta, ni objetivo: que todo fluye dejado al pairo o está al albur de la última de las ocurrencias. Una ciudad, en fin, que jamás se resuelve: ni la estación de autobuses, ni la de Murcia, ni el sobado Palacio de Congresos, que sólo en la última década ha pasado de Campoamor al Puerto, del Puerto al Castillo y del Castillo a Sangueta, como si todo fuera igual, y que encima sigue sin hacerse en ningún lado. Elche no lo ha debatido tanto y con tan poco sentido: sencillamente lo ha construido, ajustándolo a las dimensiones que necesitaba e integrándolo en el entorno que ocupa.
¿Responsables Supongo que de que Elche haya sabido resolver sus crisis, ordenar su crecimiento, mantener y embellecer su herencia material y cultural hasta el punto de atesorar dos Patrimonios de la Humanidad y diversificar su economía de manera tan inteligente como para que hoy, como subrayaba hace algún tiempo en estas páginas Antonio Rodes , la mayoría del empleo ya no esté en la industria, sino en los servicios, y a pesar de ello la ciudad pueda presumir de tener en Torrellano uno de los mejores parques empresariales de Europa; supongo, digo, que de eso han sido responsables todos: quienes gobiernan la ciudad y quienes los eligen; los empresarios, que se han implicado en la vida local más que los que residen en Alicante, y los trabajadores, que han soportado reconversión tras reconversión sin que, salvo algún episodio aislado, se hallan producido estallidos sociales. Claro que hay muchos problemas, muchas cosas que no van como deberían, muchos «achaques», como tiene cualquier ser vivo (y una ciudad lo es) y como nos encargamos de recoger con sentido crítico a diario en este periódico. Pero Elche funciona. Y funciona razonablemente bien.
¿Y en cuanto a la decrepitud de Alicante Se podría repetir, si de buscar culpables se trata, casi línea por línea el párrafo anterior, sólo que en negativo. En Alicante, unos, los que gobiernan, no han hecho nada salvo dejar que la ciudad perdiera oportunidades al tiempo que se desparramaba; y otros, los que por su posición forman opinión o simplemente los que con su voto eligen, se han encogido de hombros o han aplaudido incluso tanta dejadez. Un suceso que ejemplifica las diferencias: la Universidad. Cuando Zaplana se empeñó en crear una universidad para Elche, el PSPV se opuso. Pero el Ayuntamiento, gobernado por socialistas, hizo todo lo posible por conseguirla, pasando de las directrices del partido. En paralelo, Zaplana ordenó asfixiar a la Universidad de Alicante y tanto el ayuntamiento de Alperi , como buena parte de una sociedad civil aborregada, cumplieron a rajatabla la consigna. Se bloqueó entonces la construcción de un parque tecnológico que hubiera sido pionero en España. Otro tren más que se perdió.
Alperi llegó al gobierno municipal en 1995 diciendo que iba a hacer de Alicante la verdadera capital de la provincia. Doce años después, lo es menos que nunca. Hace tiempo, cuando todavía era alcalde a jornada completa y no un prejubilado con el 100% de paga, se enfadó mucho con quien firma esto por un artículo que se titulaba «La capital de El Corte Inglés» y cuya tesis era que el día que esa cadena de grandes almacenes abriera otro centro en la provincia a Alicante ya no le quedaría ningún elemento con el que distinguirse del resto, ninguna seña de capitalidad. Ya es triste depender de un comercio para sobresalir. Pues bien: el jueves El Corte Inglés inauguró en Elche un edificio que, encima, es distinto, arquitectónicamente singular. Un nuevo foco de desarrollo económico y urbano pero, también, otra referencia para Elche mientras Alicante discute si en el Rico Pérez en vez de postes Ortiz pone torres y si éstas serán más o menos altas que las que, en lugar de árboles, dejarán plantar en el solar de Renfe.
Así que a estas alturas, más que relamerse con lo bonita que está Valencia como hace el vicepresidente de la Cámara de Comercio, quizá lo que toque sea reflexionar sobre si, en justicia, no sería Elche la que se ha ganado ya ser la capital de esta provincia tan deshilvanada. Aunque, pensándolo bien, tal vez Alicante siga estando en algo mejor situada: posiblemente lo que ocurre es que los líderes políticos y sociales de la ciudad han comprendido que hoy en día ser capital, salvo que lo seas de comunidad autónoma, es tanto como no ser nada. Y en eso están especializando a los alicantinos: en no ser nada.
2 comentaris:
exactament, d'algun lloc de la "província d'Alacant". No és que tinga res en contra d'Alacant, però no; no escric des de la bella ciutat del nord de Múrcia.
per cert, gràcies per la publicitat del meu bloc! :)
i, per cert, [-que sempre s'acaba parlant d'una altra cosa que no és el contingut dels post-] una cosa: Elx és una ciutat a la que s'ha d'anar al menys una volta: infinitament més històrica que Alacant i plena de matissos!
[i si hi ha algun/a alacantí/na de la capital que estiga llegint açò, que no s'ho prenga malament... només són v/belles rivalitats] :)
salut!
Doncs serà Alcoi o per ahí, perquè això de "visca la pericana"... La visita a Elx és inexcusable ja ho sé, ja.
I de res, el post d'El Teler em va captivar definitivament.
Salut!
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