Hui continuaré amb la sèrie que vaig començar sobre els articles que ara fa 80 anys, en l'interval entre la dictadura de Primo de Rivera i la proclamació de la II República Espanyola, va escriure Teodor Llorente fill a la seua columna de Las Provincias, amb el pseudònim de Jordi de Fenollar. En esta ocasió el tema de reflexió és la facilitat amb què els valencians perdien la seua identitat quan es traslladaven a viure a Madrid, en contraposició amb el que passava amb els que anaven a Barcelona. Igualment, Llorente compara eixa situació amb la dels catalans, que, on anaren, mantenien les seues arrels i la idea de tornar a casa. Unes quantes generacions després sembla que la cosa no ha canviat tant...
Valencianos renegados [21 de juny de 1930]
El caso del valenciano renegado suele darse, especialmente, entre aquellos hijos de la tierra que en busca de más amplios horizontes se establecieron en Madrid. No es un caso general, pero se da con lamentable frecuencia.
No acertamos a adivinar qué influencia pueda tener el ambiente de la Corte para ciertos individuos que los entontece en grado tan superlativo, que solo por el hecho de vivir en la capital de la nación se consideran superhombres y ya miran desdeñosamente a sus antiguos conciudadanos, como si fueren seres de inferior categoría.
Y lo mas extraordinario es que esto sucede solo con individuos que se establecen en Madrid, no con los que fijan su residencia en otras partes, los cuales continúan tan valencianos, cuando no más, que en los tiempos de su vecindad en Valencia.
En comprobación de esto que decimos, están los casos de Barcelona y Madrid. En la primera de dichas ciudades hay, que sepamos, tres círculos valencianos, en los que se reúnen algunos millares de hijos de nuestra tierra; en Madrid no hay ni uno solo.
Y no es lo malo, y conste que hablamos siempre en términos generales, y reconociendo honrosísimas y muy repetidas excepciones, que esos valencianos se olviden de su tierra, sino que se permitan hablar de ella con gesto despectivo, como si todo fuera de una condición tan inferior que no mereciese ser tomado en cuenta.
Y si por desventura el valenciano renegado logró despuntar un poco en la Corte, hay que echarse a temblar, pues no contento con obtener los beneficios que le reportan los adelantos de su carrera, cree que todos sus antiguos conciudadanos están obligados a envolverle en incienso a todas horas y a prodigarle homenajes cada vez que se le ocurre dar una vueltecita por Valencia para ver quemar una falla, o embriagarse con los estampidos de una traca, únicas manifestaciones que considera interesantes, ya que para otras cosas de más enjundia está la ciudad de su residencia.
Así ocurre que varios de esos valencianos que llegan a ocupar cargos de importancia, desde los cuales algunos beneficios podrían hacer a Valencia, nada hagan, porque viven sólo atentos a su medro personal y en tanto utilizan en determinadas ocasiones su título de hijos de Valencia, en cuanto lo necesitan para subir varios escalones más en su carrera.
En Cataluña, y perdone el lector que en la serie de estos artículos se la nombre de cuando en cuando, en razón de su intenso amor a su tierra y de los progresos que ese amor le ha reportado, no hay ningún hijo que se despegue jamás de su región, y aún en los casos en que llegan a ocupar elevados cargos en la gobernación del Estado, cuando cesan de desempeñarlos regresan a Cataluña; en Valencia, en cambio, se repite mucho el hecho del político que llega a elevarse un poco y lo primero que hace es trasladarse a Madrid y fijar allí su residencia. Y esto, aunque no sea una prueba de antivalencianismo, porque podrían citarse varios casos que lo desmintiesen, no deja de ser muy significativo.
Y conste, repetimos, que solo generalizamos; el lector sobradamente señalará muchos casos concretos.
Valencianos renegados [21 de juny de 1930]
El caso del valenciano renegado suele darse, especialmente, entre aquellos hijos de la tierra que en busca de más amplios horizontes se establecieron en Madrid. No es un caso general, pero se da con lamentable frecuencia.
No acertamos a adivinar qué influencia pueda tener el ambiente de la Corte para ciertos individuos que los entontece en grado tan superlativo, que solo por el hecho de vivir en la capital de la nación se consideran superhombres y ya miran desdeñosamente a sus antiguos conciudadanos, como si fueren seres de inferior categoría.
Y lo mas extraordinario es que esto sucede solo con individuos que se establecen en Madrid, no con los que fijan su residencia en otras partes, los cuales continúan tan valencianos, cuando no más, que en los tiempos de su vecindad en Valencia.
En comprobación de esto que decimos, están los casos de Barcelona y Madrid. En la primera de dichas ciudades hay, que sepamos, tres círculos valencianos, en los que se reúnen algunos millares de hijos de nuestra tierra; en Madrid no hay ni uno solo.
Y no es lo malo, y conste que hablamos siempre en términos generales, y reconociendo honrosísimas y muy repetidas excepciones, que esos valencianos se olviden de su tierra, sino que se permitan hablar de ella con gesto despectivo, como si todo fuera de una condición tan inferior que no mereciese ser tomado en cuenta.
Y si por desventura el valenciano renegado logró despuntar un poco en la Corte, hay que echarse a temblar, pues no contento con obtener los beneficios que le reportan los adelantos de su carrera, cree que todos sus antiguos conciudadanos están obligados a envolverle en incienso a todas horas y a prodigarle homenajes cada vez que se le ocurre dar una vueltecita por Valencia para ver quemar una falla, o embriagarse con los estampidos de una traca, únicas manifestaciones que considera interesantes, ya que para otras cosas de más enjundia está la ciudad de su residencia.
Así ocurre que varios de esos valencianos que llegan a ocupar cargos de importancia, desde los cuales algunos beneficios podrían hacer a Valencia, nada hagan, porque viven sólo atentos a su medro personal y en tanto utilizan en determinadas ocasiones su título de hijos de Valencia, en cuanto lo necesitan para subir varios escalones más en su carrera.
En Cataluña, y perdone el lector que en la serie de estos artículos se la nombre de cuando en cuando, en razón de su intenso amor a su tierra y de los progresos que ese amor le ha reportado, no hay ningún hijo que se despegue jamás de su región, y aún en los casos en que llegan a ocupar elevados cargos en la gobernación del Estado, cuando cesan de desempeñarlos regresan a Cataluña; en Valencia, en cambio, se repite mucho el hecho del político que llega a elevarse un poco y lo primero que hace es trasladarse a Madrid y fijar allí su residencia. Y esto, aunque no sea una prueba de antivalencianismo, porque podrían citarse varios casos que lo desmintiesen, no deja de ser muy significativo.
Y conste, repetimos, que solo generalizamos; el lector sobradamente señalará muchos casos concretos.
7 comentaris:
Alguns s'hi integren tant que arriben fins i tot a ser presidents del Real Madrid (això si, amb poc d'èxit ...)
(Emili)
Sí que es curiós sí i ja passava fa vuitanta anys i és molt probable que seguesca passant d'aquí uns altres vuitanta.
A Barcelona els valencians són més valencians però a Madrid deixen de ser-ho. Magnífica la troballa i no puc estar-hi més d'acord: perquè al capdavall ser valencià a Barcelona com ser català al País Valencià -encara malgrat el cap-i-casal- mai no ha estat una cosa estranya.
¡Si els catalans ballaven la sardana en places públiques de la ciutat de València fins a 1970 mentre que no m'imagine una ballada de sardanes a Madrid! I els alacantins dels anys 30 ballaven "la Sardana d'Alacant"!
Diu Jordi del Fenollar, i fixa't que elegeix "Jordi" de "nom de pluma" quan li hauria estat tan fàcil elegir "Vicent".
"En comprobación de esto que decimos, están los casos de Barcelona y Madrid. En la primera de dichas ciudades hay, que sepamos, tres círculos valencianos, en los que se reúnen algunos millares de hijos de nuestra tierra; en Madrid no hay ni uno solo."
Boníssim l'article, un retrat vivíssim de certs components del caràcter valencià i de la seua subordinació i enlluernament davant tot el que representa Madrid.
Sempre ha estat així i potser, ai las, sempre ho serà: quan un valencià arriba a manar a Madrid s'oblida que és valencià. És allò d'"ofrenar noves glòries", sempre ofrenar-les i mai quedar-nos-les...
No cal anarse'n a Madrid ni a Barcelona. El menyspreu per allò que és propi sembla ser l'esport nacional valencià. Jo no he sentit parlar pitjor de la pròpia terra, en qualsevol dimensió, humana o física, com als valencians. Com a valenciana de primera generació sempre m'ha cridat l'atenció, i encara que tinc un nivell identitari de baixa intensitat, eixa actitud em fa llàstima i em produeix tristesa perquè es un indicatiu de baix autoconcepte i molt baixa autoestima com a poble. A més, no hi estic acostumada. A casa sempre es parlà amb estima i orgull mesurat de les terres que s'havien deixat enrrere.
Una cosa semblant vaig observar quan estudiava a València. Allí, els que eren del poble, renegaven d'alguna manera de la seua xicoteta terra, pujaven un parell d'escalons, canviaven el valencià pel castellà i s'integraven de lo més en l'ambient capitalí.
«¡Si els catalans ballaven la sardana en places públiques de la ciutat de València fins a 1970 mentre que no m'imagine una ballada de sardanes a Madrid!»
De vegades, Joan-Carles, et falta imaginació (i a la meua ciutat li sobren sorpreses). La pròxima volta que vingues per ací amb temps, ens pugem a la terrasseta del Cercle Català, en l’Edificio «Catalunya» (sic), a la Plaza de España. Amb senyera i tot. L'Edificio. I tu, si vols, també. No gaire lluny està la Casa de Valencia, «centro de negocios», però és altra cosa, que diria Fenollar.
Amic Jesús:
Doncs, em desdic de tot el que he dit que per això tenim un bon madrileny catalanòfil per llevar-nos les errades que puguem tenir. Un monument de 1964 amb "aplec sardanístic de 1982" i confirmació de 1989. El de 1964 recorda molt la estética de "los Coros y Danzas".
En total tres inscripcions: 1964, 1982, 1989 que he ampliat la foto i tot i tot!
Caldria veure si un Aplec Sardanístic seria convenient ara el 2010 a la "Villa y Corte". O a la ciutat de València, és clar.
Per reblar la clau -la cosa està feta per catalans amb el vistiplau de l'Ajuntament de Madrid, és clar- hauria estat bé una progressió bilingüista entre 1964 i 1989 en un monument "catalanista".
Ja em diràs on és el rètol en català a Madrid -mas que siga dedicat a Ausiàs Marc que deu ser el més gran poeta 'espanyol' del segle XV segons opinions més autoritzades que no pas la meva.
Així i tot, t'agraesc el detall i és que mentre hi ha vida hi ha esperança. I si no que m'ho conten a mi que faig de l'esperança un modus vivendi!
Pel que fa a mi -especialitzat de xiquet en la valencianíssima Jota Oriolana apresa per via materna directa- et diré que he ballat més vegades el xotis que no pas la sardana. La sardana tan sols l'he ballada en una Escola Occitana d'Estiu i el xotis l'he ballat almenys dues dotzenes de voltes. Això sí, la cosa de ballar sempre m'ha agradat i amb això és té la meitat guanyat, si més no.
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